lunes, 26 de marzo de 2007

El mimo de los lunes

Hoy vine a trabajar sin ganas, digamos tal vez que por ser lunes, o porque el cielo estaba plomizo, por h o por b, o por c, ¡pero vine viejo!. Con eso ya estoy hecho, ya puse mi granito de arena con mi dulce y delicada personalidad llena de frescura y aroma a zandalo. Ahora lo más importante es no hacer nada sin que nadie lo note. Hay que poner una postura especial, de alumno atento, siempre dando sensación de estar abocado a una tarea impostergable, de urgencia y gravedad. El rictus rigido, la semblante severa, la boca de bulldog, la ceja intensamente arqueada; todo con el fin de que cualquiera piense dos veces antes de atreverse a molestarl, a pedir algo, todo para que a nadie se le ocurra interrumpir lo que realmente ocurre dentro de nuestro cerebro: absolutamente nada por espacio de 8 horas, o: ¡jaja!, como estoy engañando a estos imbéciles.

jueves, 22 de marzo de 2007

Cobré mi sueldo: ¡y que poco es!

Hace un tiempo, cuando me la pasaba en casa tirado, fumando y acribillándome la cabeza con pensamientos más bien oscuros, ansiaba que algún interesado en mis nobles servicios golpeara mi puerta. Yo no soy uno de esos que esperan con ansia al canillita para arrancar desde la madrugada marcando clasificados; pero es cierto, tampoco tengo a nadie a quien mantener, y esa es una gran ventaja si se quiere. Yo seguía ahí, a veces sentado en una reposera en el balcón, otras en el sillón, haciendo zapping con gran sentimiento de culpa, y otras tantas sentado... viendo por largo rato al vacío. Esperaba que alguien tocara mi puerta y solicitara de rodillas mis servicios, pero, ¿cuáles eran mis servicios?, eso también me lo preguntaba. Había estudiado publicidad y trabajado en una agencia como pasante de creativo. Me iba bien, tengo que admitirlo. Yo tenía mis recatos para con aquel mundillo de asesinos a sueldo, renegaba de eso, me quejaba de quedarme hasta altas horas pensando gráficas para que la gente compre más galletitas, pero también lo disfrutaba. Yo sentía que mi jefe empezaba a confiar en mí, que me estimaba, y Ale, mi compañero de trabajo, era un tipo con el cual se la pasaba bien, era de esas personas que uno tiene la sensación de concoer desde siempre. Gozabamos de una gran libertad para trabajar y podíamos fumar marihuana sin problema. Tenía grandes posibilidades, un día me lo dijo el Turco, otro creativo de más jerarquía en la empresa. Pero lo abandoné una vez que entré en una de las universidades más prestigiosas de cine, mi sueño desde que vi Scareface unos años atrás. Pero mi estado anímico andaba por el piso y extrañaba la agencia de publicidad, aún con todo mi rechazo a aquel mundo mercenario. En el cine había tránfugas peores que en la publicidad; la mayoría es gente falsa, que intenta vender la mierda tras la prestigiosa bandera del arte, y no hacen más que hablar de temas de los cuales no tienen ideas, de cosas que ni les importan. Y tras unos meses de silencio tras la puerta, de varias charlas con mis progenitores preocupados por mi inestable estado anímico, comprendí que nadie iría a buscarme trabajo. De todas formas mi estilo implacable de búsqueda laboral, persistió intacto, como si yo fuera un idealista nato. Años atrás, cuando todavía mi espíritu se hallaba ágil, esperanzado, practicamente puro y sin ningún ultraje del mundo adulto, capitalista y burgués, me aventuré en la idea de dar mis primeros pasos, y la primera opción la encontré en el diario. De allí traigo hasta aquí mi trauma. Fui a varias entrevistas pero no me entusiasmaba ser vendedor de relojes marca pindonga, ni tratar con tránfugas del telemárketing que venden tiempos compartidos (jamás quise entender lo que eran), ni trabajar en jugueterías, ni nada de eso. Yo no estaba preparado para el mercado laboral, y por las cosas que veía, tampoco pretendía estarlo. Después de todo terminé consiguiendo algún que otro trabajo, y todos fueron mas bien penosos, excepto mi fugaz pero contundente paso por la publicidad. De modo que ahí seguía yo, leyendo una y otra vez el mismo párrafo de un libro que sabía que iba a dejar, ensimismado, creyendo que jamás iría a revertirse aquella situación. Pero se revirtió, ¿quién lo diría? Mi tía me consiguió un trabajo en el club donde trabaja ella para atender a la gente, inscribirla en las actividades y otro tipo de tareas de ese estilo. Al principio sentía que había vuelto al ruedo, que luego de ello la rueda de la fortuna empezaría a girar hacia el lado correcto, que la idea de salir de mi casa sería un empujón anímico, un trampolín hacia algo superior, pero nada de eso ocurrió finalmente. La rutina empieza a carcomer mis ganas. El propio trabajo, los mentecatos que tengo como compañeros, el aire que ahí respiro, ¡todo! Todo hace que se nublen mis ambiciones, que todo decaiga en un pozo surrealista, que el paisaje se cubra de un velo oscuro, que mi tragedia se vuelva cada vez más tangible. Ayer cobré mi sueldo, y casi me pongo a llorar...

miércoles, 14 de marzo de 2007

Manos en mi cabeza

Camino creyendo que estoy loco, que realmente necesito ayuda si quiero levantarme de esta debacle. Aquella decisión no fue la más acertada, pienso; lo pienso una y otra vez desde hace unos cuantos años. Aquella decisión fue una escisión en mi destino, eso es lo que creo... ah, exhalo un suspiro melancolico, todo lo que podría haber sido de mí. Y la cuestión orbita alrededor de mi cabeza, mientras miro mis pies que siguen su camino, con las manos en los bolsillos vacíos. Al final llego hasta la casa de Abel, mi psicólogo. Toco el timbre y espero, nervioso. Sé exactamente lo que va a decir mientras el ascensor vaya por la mitad de su recorrido. ¿Por qué pregunta eso? ¿Será él quien esta loco? Esas cosas suelen preguntarse una vez dentro, no fuera, dentro, no fuera. Finalmente estamos en el ascensor y suelta la pregunta: ¿Tomás algo? Es raro, pienso, preguntar eso en un ascensor, pero digo que sí, un vaso de agua está bien. Y permanecemos callados, nada puede decirse después de que alguien te ofrece un vaso de agua, solo queda esperar a que te lo traigan, y eso hago, me siento en la incómoda silla del pequeño consultorio y él llega al rato con el vaso de agua tibia que surte la canilla de la cocina. Abel se sienta en una butaca de gran porte, como si fuera un trono. El es el rey, yo el bufón enfermo. Estoy decidido a dejarlo, tomo el toro por las astas, tengo que hacerlo, valerme por mí mismo una vez, recurrir a la resignación de saber que nada irá a modificarme, a no ser que yo lo quiera. Pero sé que es complicado. Inconcientemente, en el más saludable de los casos, los psicólogos no prefieren el progreso de sus pacientes. Al menos no un progreso que les permita dar un alta, soltar a su mascota. Eso es un déficit en sus entradas, y hoy día, donde la economía está tan difícil, no es un lujo que puede darse cualquier profesional. Hay mucho miedo de terminar trabajando arriba de un taxi con un título en el baúl. Pero ese no es mi problema, yo tengo muchos por solucionar. Empiezo tartamudeando, voy, voy, no, no voy a, a seguir viniendo A… A… Abel, creo que es lo mejor. Miro al cenicero. ¿Puedo fumar?, pregunto a continuación. Sabés que estoy un poco mal de la garganta, me dice, (siempre está mal de la garganta) prefiero que no, responde con una gran sonrisa paternal en su ancho rostro. Lo noto distendido, tranquilo, sabiendo que al final ganará la contienda. Creo que deberías seguir viniendo, dice. Sí, sí, no, pero no, no voy a seguir viniendo, arremeto. Hace dos años que vengo y no noto ningún cambio, hasta creo que, que he empeorado. Ahí me entra un miedo terrible de que me suelte una trompada, después de todo estoy hiriendo su orgullo de profesional experimentado. Yo no lo veo así, dice, siempre con su sonrisa, creo que has hecho cambios positivos, sí, muy positivos. No te olvides que vos solés tomar decisiones apresuradas, impulsivas, acordate cuando cambiaste de trabajo sin consultarme… y después sufriste las consecuencias. Tengo ganas de valerrme por mí mismo, digo. Vos sos libre, responde, pero mi recomendación, si me preguntas... es que sigas viniendo. No, no, no puedo seguir viniendo, creo que en vez de venir acá y contar siempre lo mismo debería hacer alguna otra actividad, como tocar la guitarra, por ejemplo. Abel se ríe, y con su risa empieza a humillarme. Sebastián, una cosa no quita la otra, me parece bárbaro que quieras tocar la guitarra, pero de todas formas sería bueno que sigas viniendo. Pensalo, pensalo y decime. Está bien, digo, lo voy a pensar, pero ahora quisiera irme. Saco la plata y la apoyo en la mesa. Me debías una sesión, dice. Sí, sí, está ahí, digo. Me tomo el vaso de agua casi de un saque y al rato estoy devuelta en la calle, sonriendo, feliz por haber conquistado el objetivo, dejar al psicólogo. Después, para decirle que lo pensé y que la decisión está tomada, le voy a escribir una carta, una carta concisa y contundente. No voy a volver a ir. No confío en manos extrañas revolviendo la mierda de mi cabeza. Desando los pasos hasta mi casa, donde me tiro al fin en mi cama y con una gran sonrisa en mi rostro miro el techo y suelto humo por la boca. Lo he conseguido.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Revelación de gran importancia con respecto a un aspecto de mi existencia

No importa cuanto fume, salga, tome, coma, duerma, sufra o me prevenga. Estoy tan seguro de que me voy a morir de viejo que apostaría mi propia vida: es un hecho. Lo comprendí hoy y empiezo a hacerme a la idea (a la terrible idea), aunque la revelación sea tan reciente. No tiene seguido seguir insistiendo y no pienso seguir haciéndolo. Al menos le tengo menos miedo a la muerte.

martes, 6 de febrero de 2007

Reír (El peor artículo que escribí. Estaba cansado de no hacer nada)

Bueno, en la oficina hay tan poco trabajo que para mañana tengo pensado llevarme la almohada, la almohada y crucigramas o Sudouku, que es un juego que seguro inventaron en japón y viene en revistitas del estilo de los crucigramas, genial. Un amigo mio que estuvo en españa me dijo que casi se envicia con eso. Eso puede hacer que las manecillas del reloj corran para el lado correcto. Encima que es un trabajo malo, que te pone la estima por el piso, que te hace ver que has logrado poco (por más que tus padres sigan palmeándote la espalda.. vamos hijo, confiamos en tí), y que, por sobre todas las cosas sea mal pago, no hay nada por hacer, y el tiempo, como es de esperar, no pasa, el tiempo se pierde, se esfuma. Esto ya lo dije, sí, ¡ya lo dije!, me repito como un lorito con un trastorno obsesivo compulsivo. Esto me lleva a pensar, mi mente divaga y balbucea a través de sus oscuros recovecos, que nada, pero nada demasiado auguroso aguardo de todo esto. Creo que un escritor debe buscar experiencias nuevas, extrañas, sí, sobre todo extrañas, nada de ficción de fregadero, como decía Alfred, nada de nimiedades que te pasan en casa... ballenas, cazadores de ballenas, tiros, disparos, conspiraciones, amores imposibles, causas perdidas, historias ¿no?. Ahí, en esa triste y lugubre oficina, a la imaginación le dieron un disparo por la espalda. Yo digo, o me pregunto: ¿Qué voy a contar? ¿Que no pasa nada? Que mi vida es un asco, claro, eso no le importa a nadie, ni siquiera a mí, bueno, a mí un poco. Parece que Dios no se ha propuesto nada connmigo. Debería salir, hacer algo, vivir la vida, enamorarme, eh... ir a pescar centolla de alaska, sí, ¡eso! definitivamente eso, primero porque una vez probé la centolla y les aseguro que es lo mejor que pueden probar en sus vidas, segundo por la paga, vi en uno de esos documentales de Discovery que en una buena temporada sacan unos 130ooo dolares por persona, pero lo más importante, lo mejor de todo, es la anécdota, es haber participado del trabajo más riesgoso que puede haber, jugarse las pelotas por una anécdota. Para escribir hay que tener cicatrices de algún tipo, hay que tener huevos. Se sabe que Mario Puzzo estaba implicado en cuestiones de la mafia, si no no podría saber tanto al respecto, y, por más que sea un excelente escritor, eso lo llevó sin dudas a escribir la mejor historia sobre la faz de la tierra, todos lo saben. No digo que halla que jugarse la vida, o tener cicatrices que queden a la vista, pero no se puede ser tan cagón como yo, yo no podría ir a pescar centolla de alaska, primero porque no tengo plata para el pasaje, segundo porque nunca me contratarían... y mucho menos podría llamar a una mujer y decirle que quiero verla, al menos para que me diga que no. Hoy, en todo mi tiempo libre, lo único que hice fue pensar en si J. iba a llamarme hoy, si J. me quería o si no, si ya se la habían manoseado en la quinta a la que fue el fin de semana, si en realidad estaría pensando que yo soy un pésimo cojedor. Soy un pobre maniático. Obviamente que no me llamó, por supuesto, y casi me desmorono, como un imbécil, fui hasta el balcón y vi para abajo con cierto amor. No puedo más que reírme, soy un trágico, un peliculero de cuarta. En vez de buscar otras mujeres, otras experiencias, yo me quedo esperando a una. Soy un sentimental, un boludo del culo sobre el cual te podés reir en la cara. Pero bueno, yo también me voy a reír. Total...

jueves, 1 de febrero de 2007

El amargo sabor de la burocracia

A la gente no le agrada sentir que la suerte rige con sus leyes nuestra existencia, porque quiere decir que pierde total control sobre ella. Pero es verdad, la suerte, si no está de nuestro lado, nos puede hacer jugar una muy mala pasada, en definitiva. Y con la burocracia pasa un poco eso, si tu papeleta se extravió en el camino de las firmas, estás hecho. Acá no juega la perseverancia, acá no juega el empeño, no juegan todas las matrículas y títulos que has conseguido en tu vida, acá juega la suerte. Y esto fue lo que pasó. Hoy llegué al trabajo con la expectativa de poder cobrar mi sueldo. No será un gran sueldo, más bien es una miseria, pero al fin y al cabo es mío y con él pensaba irme de vacaciones. Empecé a trabajar hace un mes y creo que merezco mis vacaciones, mi dosis de desenfreno haciéndome milanesa en la arena. Pero el caso es que mi ¨alta¨, (así le dicen a la papeleta que firman y con la cual autorizan a pagarme por mis horas de esfuerzo en negro) no fue firmada aún por la persona indicada, un hombre que trabaja en el primer piso, que es donde opera atrozmente la burocracia. Este hombre, al cual apodan ¨Cuche¨, se ha tomado sus vacaciones y no vuelve hasta el 11, me dijo la señora simpática que trabaja conmigo, de forma que uno de los que menos gana, aún no tiene su autorización para cobrar. Lo extraño es que no hayan dejado un suplente de firma, algo tan simple como eso. Bueno, no es tan extraño. Y no, no, no y no, -las palabras preferidas del sistema burocrático-, lo tiene que firmar el gran Cuche, y les digo que lo vi y no tiene nada de ¨grande¨. Después de esta terrible noticia, mientras hacía las tareas de rutina, no pude dejar de pensar en que esto se lo iba a tener que contar a mi viejo, en el supuesto caso de que tenga que prestarme el sueldo para que luego se lo reintegre, cuando vuelva Cuche. A la noche se me ocurrió que era mejor decírselo pese a todo, lo dije mientras cenábamos: Viejo, cuando vuelva Cuche, cuando el vuelva me pagan y ahí te lo puedo devolver. No tengo esa plata, me dijo, seco, cortante. Bien, otra vez... me encojo de hombros, mis vacaciones dentro de un intrincado laberinto sin salida. Pero... sigo. Pero nada, responde, no tengo esa plata toda junta. En fin, ya veré qué hago, esta cosa de los prestamos me tuvo medio a los tumbos este año. Suerte que son deudas con amigos y no con la Cosa Nostra, porque ya me hubieran acribillado a balazos. Mientras fumaba mis cigarros de rutina en el mugriento baño de azulejos celestes, pensaba: le debo 150 a este, 50 a aquel, 15 a tal, y así sucesivamente. Ser un deudor no es algo agradable, pero pienso devolverlo todo, cuando pueda estabilizarme un poco de este desengaño.
A la noche al menos fui a jugar al fútbol, el partido que organicé ayer, y si bien por poco no escupo el pulmón, salí ileso. Tengo que reconocer que ya se había acabado esa mágica sensación de mi encuentro con J. Lamentablemente no había durado ni un día y mi cabeza se había puesto a jugar conmigo de forma macabra. Ya estaba esperando que me llame, que me diga que quería verme, abrazarme. ¿Por qué? ¿Por qué la tengo que llamar yo?, pensaba, podría surgir de ella espontaneamente. Nunca tengo esa suerte de enloquecer perdidamente a nadie. ¡Pero no!, dije, este vez no pierdas la pulseada. Todas esas estupideces pensaba, y fui a jugar al fútbol con ese tumor en el cerebro. Cosa que se terminó apenas había empezado el partido. Cuando terminé, exhausto y mareado, vi que me había mandado un mensaje de texto para encontrarnos a tomar un helado. Me hinché de júbilo, tengo que admitirlo. Y un par de horas luego, después de una buena ducha fría, fuimos a tomar el helado en cuestión. Yo pedí de limón y banana split; ella fue más clásica, vainilla y chocolate. Lo tomamos en un asiento estilo plaza que había fuera de la heladería; la noche estaba realmente linda. Nos reímos bastante; yo pude relatarle algunas de mis más jocosas anécdotas, ella algunas suyas, y nos besamos, nos besamos mucho. Pero cuando íbamos para casa me frenó y dijo que se hacía tarde, que mañana se tenía que levantar temprano. Tengo una reunión en el trabajo, me dijo ante mi asombro, y luego lo repitió ante mi suave pero persistente insitencia trabajada a base de besos... Me encantaría, dijo, pero también... me vino la regla, remató. Jaque mate.
La suerte, que le dicen.

Correspondencia entre El Hombre Ceniza y El Sr. Cono de Vainilla

Queridisimo y entrañable Hombre Ceniza: He recibido su carta en tiempo y forma, y, con ello, el buen presagio de una existencia venturosa, al menos para el cartero, que, como me dijo, se estaba preparando para la próxima maratón de caminata a realizarse en Kenia, un país que de acuerdo al último censo tiene un incremento en caminadores del 97%, convirtiendose este en el segundo sustento de su economía, siendo la globología el primero. Y fíjese usted lo que son las casualidades, puesto que el solo hecho de haber mencionado a Kenia me conduce de forma directa al tema en cuestión. Ya recordará usted, quizás si, quizás no, eso lo sabrá usted, mi aniversario festejado el día 7 de enero en el hogar de Saavedra. Tomo como ciertos los rumores que acreditan sus disculpas por no haber podido asistir. Sé que los accidentes domésticos suelen ocurrir y, en este caso, el rumor se ha cruzado de boca en boca todos los barrios, desde Almagro hasta Saavedra. Supe que un fuerte estornudo agitó de manera hostil su frágil cuerpo como si se tratara de una hoja de papel y se fracturó la pantorrilla. Si eso es cierto le deseo una buena recuperación y, en ese caso, también le recomiendo como bálsamo el ron de Castilla, que ya lo hicieran y degustaran los monjes en fiestas orgiásticas con el papa en el vaticano, acompañados siempre por el coro de los niños cantores de viena y un amistoso grupo de cabrillos. En cierta ocación he tenido que cubrir para la revista Orgía Papal dicho acontecimiento anual y, si alguna vez dispone de tiempo, no se lo pierda. Hágame acordar que le envíe las fotos para que vaya haciéndose la idea. De todas formas me alegro que mis palabras hallan hecho eco en su cabeza y se>halla animado a salir a la calle. Y que, por sobre todas las cosas, aún cojo y flatulento, ahora halla vuelto a surgir aquel plan suyo de viajar al norte con grandes aspiraciones científicas, psicológicas y, por supuesto, del campo de la globología. He aquí de la casualidad a la cual hago mención unas líneas atrás, puesto que todo, al fin y al cabo, nos conduce irremediáblemente a la globología. Antes de su partida, le pido tenga a bien considerar el proyecto de homenajear a Marcel Marseau con un portentoso monumento hecho pura y exclusivamente con globos multicolor. Sin otro particular más que un dedo adentro, lo saludo efusívamente y le deseo un buen viaje.

Sr. Cono de Vainilla



Señor entre los señores, hombre de señorial mirada. Aqui me encuentro, miro un poco hacia adelante y mis manos tintinean en el teclado, así me encuentro, tintineando. Le cuento, si es que de su gusto es que le cuente, que mi viaje ha terminado, o recien comenzado. Esto último prefiero yo. He vuelto a la casa de donde salí, y no me atrevo a inferirla como "mi casa" ya que no creo más en esto. Usted sabra que me he retirado de la ciudad por consejo del doctor Cabot, hombre con el cual usted ha compartido alguna que otra letra, lo que me hace bastante feliz y algo gaseoso, principalmente gaseoso, desde la pelvis para atrás principalmente gaseoso. Le cuento, sigo, que mi viaje ha extirpado parte de mi cerebro y lo ha dividido en dos partes así como un queso, y la verdad es que me quedo por unos instantes rascandome la cabecita y pensando en esto último, y lo repito: partió mi masa encefalica, (raro no? terminé esta palabra en FALICA) en dos extremos, y uno de estos dos deberá ser devuelto a mi craneo, aun no decido cuál, si es acaso posible que yo lo decida. Por esto mi carta es promiscua y pequeña, por no saber con que cerebro tipearla, solo principalmente quiero contarle que ya estoy de vuelta, de vuelta y vuelta. Así que mañana despues de una buena noche de sueño, deberé extenderme, sin más por ahora que un buen beso en la mejilla derecha del ojetito.
El hombre ceniza.

Mi querido Hombre de ceniza, sr. Riviere. ¡Que henchido de jubilo me hallo!, ahora que usted ha vuelto y con ello tamién la querida correspondencia. Correspondencia que hace fluir el líquido nasoencefálico, y que consigue que el cerebelo retome todas sus funciones, de forma tal que ahora puedo mover exitosamente todos los dedos del pie, lo que me permite beber el café como a mí más me gusta. En cuanto a su duda respecto de cómo escribir su carta, ya que no sabe con qué cerebro hacerlo, le recomiendo que lo haga sin ninguno, puesto que es frecuente que, cuando el cerebro se halla fuera de su recinto, suela volverse en contra de uno e intente atacarlo con un cuchillo tramontina. A mí me ha sucedido y no se lo deseo. Una vez que consiga, de todos modos, volver a colocarse el cerebro, le recomiendo que le proporcione una buena dosis de televisión, con el zapping a velocidad máxima. Los destellos en forma de ametralladora que brotan del aparato harán que su cerebro se vuelva dócil como Marcel Marseau en su versión de mimo fetish masoquista. Para colocárselo haga uso de sus destrezas físicas aprendidas en el japón, e intente pillarlo cuando se encuentra ensimismado en cuestiones existencialistas. Lo toma con sus dos manos enguantadas y lo inserta en el montículo que sobresale de la médula. Una vez realizado esto, usted dejará de estar impedido de sus piernas y pene, con lo que podrá practicar con total libertinaje el onanismo junto a las ¨Tammed Teens¨. No se le ocurra ponerse mal, ellas me han dicho que durante su expedición lo han extrañado mucho... En otro orden de cosas le refiero, mas bien lo admito, lo confieso, que sus investigaciones provenientes de la expedición al norte, ya son razón deintriga, desvelo, desconcierto y exitación, tanto que en su ausencia no he encontrado mejor medicina contra el noctambulismo y ansiedad que hacer partidas de ajedrez con Bin Romerdich, el canario que pía desde hace un tiempo en una pequeña jaulita junto a mi lecho (Le he ganado todas las partidas excepto una que terminó en tablas; descubriendo asi que se trata este de un pajaro bastante primitivo e inferior). Le pido, por tanto, que me envíe con prontitud, al menos, sus notas preliminares.
Aguardando su respuesta lo saludo tanto cordial como efusivamente en la pose del pelícano en celo.
Sr. Cono de Vainilla

miércoles, 31 de enero de 2007

Otra vez: El asunto de la Yerba

Fue extraño, ayer mi viejo me pezcó un porro del escritorio.

Con los dientes apretados, agarrando la cosa como si fuera un calzón cagado, me preguntó ¿qué es esto? Yo lo miré y sonreí, era igual que si me estuviera increpando por sacarme un moco, creía que ese asunto era cosa del pasado, porque en verdad mis viejos ya me habían pescado varias veces y pensé que estaba todo bastante aclarado. Parece que no.
Mi viejo seguía ahí, esperando la respuesta, respirando humo por la nariz, enojado.
Yo también lo pesqué a mi viejo, esa vez que un amigo suyo de la adolescencia, y con quien compartió una banda de rock en pleno hippismo, me dijo que mi papá fumaba todo lo que había a su alcance. Fue en el casamiento de mi hermana, todo iba de formalidad, elegancia, hasta yo andaba por ahí exibiendo mi traje, medio ebrio, con un vaso de vino en la mano, y cuando su amigo dijo eso no tuve más que perderme en algunas cavilaciones nostálgicas. Lo miré asintiendo con la cabeza, con una sonrisa algo drástica; nunca lo había visto a mi viejo de esa forma, en verdad había sido un fumón como yo, qué noticia, y en ese lugar.
Pero ahora estaba ahí parado frente a mí, con sus ojos rojos y su respiración de toro. Bueno, no hacía falta pero lo dije lo que era y se lo llevó para la cocina mientras yo le pedía que me lo devuelva, que no lo tire, que no lo haga. No es que sea un drogadicto perdido; no me arrastré agarrado de su pierna para que no lo tire, pero me parecía una cuestión de principios, una idea que yo tenía de la sociedad. Eso que hacía mi viejo me parecía un ultraje a mis derechos, algo muy propio de la policía. Abrió la ventana y sin preambulos arrojó el vacío aquel cigarrillo con el que seguro te quemabas los dedos de intentar fumarlo. ¡En casa no, ya te lo dije!, gritó. Es increíble como uno sólo quiere fumar para relajarse y la gente se enoja por eso. No estoy orgulloso de fumar, la verdad es que la marihuana hizo ciertos trabajos en mi cabeza. Puedo dar fe que estar bajo los efectos de ella tanto tiempo hace que de un giro irreversible la forma en que percibís las cosas; tus maneras de recibir y asimilar los impulsos, todo cambia. Cuando se vuelve a la realidad uno adquiere una duda respecto de todo, o de casi todo. La marihuana te lleva a preguntarte tantas cosas que en un tiempo uno entiende que no necesitaba tantas respuestas. Al principio la marihuana suele hacerte más sociable, pero con el tiempo te vuelve un ser taciturno, mas bien solitario, al menos en la ciudad. Pero la verdad es que no puedo ni quiero dejar de fumarla, uno se la pasa muy bien por la noche esuchando música, o tocando la guitarra, o escribiendo, si es que no te come demasiado y te resulta milagroso escribir dos palabras juntas con éxito.
Hoy me levanté como al mediodía y noté que mi vieja me evitaba, al instante supe que mi viejo se lo había dicho, ¿para qué?, pensé, ella se altera con tanta facilidad, se preocupa demasiado, sé que se acuerda siempre de esa vez que me econtró borracho y fumado porque mi novia me había dejado, y desde ese triste episodio siempre me pregunta si fui al psicólogo. La cosa es que le pregunté por qué me evitaba. Nada, nada, dijo, con cara de enojada. Decime, le dije. Se dio vuelta y lo dijo: porque andás dejando la marihuana por todos lados, yo ya me pregunto si no está consumiendo otra cosa, con esa dejadez... Sí, le dije, me inyecto heroína y aspiro poxi ran, rematé. Te pregunto en serio, ¿podés ser serio alguna vez?, lo soy, lo soy, le dije, en serio, aspiro cocaína también. ¿Estás consumiendo otra cosa?, siguió. Me tomé un instante y le pregunte: ¿Qué es lo que te preocupa de esto? Si investigaras al respecto te darías cuenta que es una pavada. ¡Ivestigué! ¡investigué!, gritó. Dicen que la marihuana te lleva a otras drogas, drogas que te matan. ¡Eso es mentira!, le respondí de inmediato, eso no pasa en mi caso. Y es relativamente verdad, probé otras cosas, como la cocaína y el ácido, pero esa es otra historia. Y además acá estoy, no ando metido con nada de eso. ¿Seguro? preguntó ella. Quedate tranquila mamá, en serio... vos parecés evangelista, aterrada por la droga, no deberías tener miedo de la droga, la droga no mata a nadie, la gente se mata sola. ¡¿Cómo que la droga no mata?! dijo indignada, tapándose la cara... yo siempre recuerdo esa vez en que vos... ¡Mamá!, traté de frenarla, eso fue hace un montón. Habías fumado, siguió, estabas en un estado lamentable. Eso es porque estaba borracho, respondí, no porque había fumado, son dos efectos bien distintos, es obvio que no entendés nada. Estabas en un estado lamentable, dijo mamá negando con su cabeza gacha. ¿Nunca fumaste?, ¿Vos nunca fumaste? le pregunté. Ella saltó: ¡Fue una vez! ¡Hace un montón! Entonces deberías fumar uno, le dije. Ella se levantó chistando despectivamente y se metió en la cocina. Sos evangelista, evangelista y de derecha, le dije, pero no se lo dije mal, si no como una burla, algo como para que se ría. Para vos, siguió ella, para vos todo el que piensa distinto a vos es de derecha, o evangelista. Es que vos, vieja, tenés un pensamiento bastante retrógrado, la verdad, si yo te digo que estoy a favor de la legalización de la marihuana, que tengo una idea política al respecto, qué dirías, ¿te angustiarías? Y ahí lo dijo, sin más: No, yo también estoy a favor de la legalización de la marihuana, pero no me gusta que vos fumes.
Está bien, no quería tener una discución acerca de esto con mi vieja, que se pone tan mal y que es tan frágil para estas cosas y que me mira como si fuera un malhijo que la hace sentirse al borde del colapso.
Bueno, al final he resultado ser el culpable, el perverso asesino serial.
¿Qué le pasaría a mi vieja si en vez de un porro me encontrara en primera plana acusado de un homicidio múltiple?

Nunca cargar cajas

Lo que es no hacer nada en el trabajo, pero nada de nada, o unas tareas miserables que pueden terminarse en media hora a lo sumo. ¡Y tengo que estar seis! Ahora pienso: esto es lo que quería unos meses atrás, cuando me presionaban en la facultad y quería abandonar otra vez, estaba desempleado y anhelaba que me paguen por no hacer nada, por estar tirado en un sillón leyendo o mirando tele. Me puedo equivocar, pero creo que debe ser el ideal de cualquiera, bueno, no si se trabaja en una oficina espantosa con viejas chismosas, imbéciles mentales y un sueldo que da pena. De ganar más por arrojarse en un sillón, quizás uno podría al menos planear viajes, conocer mujeres. Acá la única posibilidad, no muy recomendable, es tratar de conquistar a una señora de ochenta años que viene a hacer yoga y no se parte los huesos en el intento por un pelo.
Al final, contrario a mis predicciones e idealizaciones acerca del trabajo perfecto, este trabajo hace que mi ánimo no esté muy arriba, sobre todo porque mis amigos parece que la pegaron, se subieron a un tren muy distinto al mío, en el tren en que está la crema. Para colmo lo veo, me miran como si realmente hubiera fracasado, andando por ahí con mi trabajito de mierda, y aunque yo me castigo bastante con esa idea que me hice, sé que todavía queda una oportunidad, y cuando se caiga esa, va a haber otra. Es así, y si no ¡a pegarse un tiro!
Hoy al menos estuve ocupado, me dediqué a armar un partido de fútbol toda la tarde, eso me llevó la gran parte del día, mientras mi jefa, que se va de vacaciones, hablaba de cuestiones administrativas con la secretaria, que es una señora bastante simpática, de culo pesado y que se nota a la legua que tampoco le agrada trabajar. Pero la verdad es que no hacer nada por mucho tiempo vuelve loco al más holgazán, como a mí, que la mayoría de los días sentí que el cerebro se me empezaba a entumecer, a achicar, y me sorprendía con la vista muerta por lapsos de media hora. Al parecer me congelaba ensimismado en elucubraciones diversas, y que casi nunca conducen a ningún sitio. Cuando me despabilo, como quien llega de otro tiempo y otro lugar a la tierra, me escabullo al baño y fumo un cigarrillo entre los mingitorios antiguos humeantes de olor a meo, y esos azulejos celestes de varias tonalidades. Me recuesto de pie contra la pared y casi siempre me pongo a pensar en como llegué áhí, como de pronto los mejores momentos de mi trabajo son en ese baño. El humo sale de mi boca y se va por la ventanita. Ojalá que no entre nadie, pienso.
Ahora abrí los mails y encontré uno de un amigo que me dice que las negociaciones por un mejor trabajo andan muy bien. Es un muy amigo mío que trabaja en una productora de las más importantes y me quiere meter. Me dijo que le mande un currículum chamuyado de cierta forma, y ahí sí que me agarró cagazo. Ahí me van a pedir que trabaje, que mueva mi cuerpo cansino que se pisa las pelotas a cada paso. Ahí me van a dar con un palo. La paga es mejor, mucho mejor, pero ahí me quiero ver.

martes, 30 de enero de 2007

Esa sensación

Podría decirse que salto en una pata. Ese es el sentimiento que alberga la totalidad de mi ser. Sé que suena un tanto cursi pero es la pura verdad. Se ha concretado aquello con J. Yo jamás pensé que fuera a darme cabida, de hecho jamás creo que una mujer vaya a fijarse en mí. No creo ser feo y tengo mi buen humor, pero a veces tal vez me excedo y quedo como un tarado. Quedo como un payaso incoherente y poco serio. Después de eso siento que pierdo toda chance, me siento como un perfecto imbécil y me deprimo todo un día hasta que de repente se pasa y me resigno. Pero he aquí que la vida me ha demostrado otra cosa. Hace ya un tiempo me besé con J. en la fiesta de egresados de la facultad. Fue algo bastante apasionado, y sin poder contener más esa calentura que nos dominaba, fuimos directo a concretar el asunto, pero los nervios me traicionaron y tuve una pésima performance. No vamos a extendernos en eso porque, tras conseguir relajarme con la desnudez, todo volvió a la hermosa normalidad. Hoy estuve con ella y la pasamos realmente bien. Fuimos a tomar algo a un bar por acá cerca de casa. Al principio no iba todo bien porque ella se cruzó con muchos amigos que al parecer frecuentan ese lugar. Y, también al parecer, J. me mostró su veta de chica bastante popular. Bueno, no, pero al menos ahí saludó como a diez personas. Fue incómodo, medio insoportable. Por un momento creí que los iba a invitar a la mesa. Eso hubiera sido lamentable, muy tedioso. Cada segundo que se acercaban a decirle algo, yo ponía una sonrisita de pelotudo y pensaba que estaban ahí hablando una eternidad. No se sentaron ni mucho menos, pero cuando nos íbamos J. se quedó hablando con ellos no sé que cosa y yo atrás esperando como un baboso. Al final nos fuimos y mientras íbamos por la calle parábamos a besarnos, por todos lados. Fue algo lindo, que no me pasaba hacía tiempo. No teníamos a dónde ir y los telos no me gustan para nada, además que no tengo plata para afrontar el gasto, así que volví a la usanza de ir a casa, con mis viejos durmiendo en el cuarto de al lado. Es algo incómodo, porque estoy seguro que tienen el sueño flojo y terminan escuchan todo lo que hago. Hace un tiempo, con otra chica, me pasó que vine acá y ella gemía como si yo le estuviera dando el sexo de su vida. Yo sabía que no era así, pero de todas formas ella tenía esa necesidad de expresarlo con unos gritos desgarradores, además de frases bastante cerdas, cosas que yo no me atrevería a decir, pero que, por otro lado, le daba a todo un marco de película triple X, lo cual, al fin y al cabo, resulta bastante excitante. Yo sabía, estaba seguro, que mis viejos estaban despiertos oyendo todo y realmente indignados. Yo trataba de taparle la boca. Vas a despertar a todo el edificio, le tuve que decir. Ella se rió y siguió gritando ante cada arremetida, cómo si la estuviera empalando. Yo se lo decía en serio, pero tampoco podía frenar la cosa. Al otro día mi viejo me preguntó si había estado viendo Masacre en texas. Ellos lo habían escuchado todo, y desde esa vez preferí evitar tener sexo en casa. Algo bastante penoso. Pese a eso, como decía, no teníamos donde ir y vinimos para acá, pero J. no gemía tanto y disfrutaba lo mismo, así que fue muy bueno. Tengo que decir que soy bastante pesimista y no sé cuanto me irá a durar esta extraña sensación, que quizás mañana se me ocurra creer que la cosa se terminó y que J. acabará encontrando a alguien mejor, alguien que la merece más, pero ahora prefiero irme a dormir con esta sonrisa de satisfacción. A veces uno lo consigue.

No queda otra

Soy alguien melancólico. No puedo evitarlo. Me levanto y lo primero que escucho es Porgy and Bess, de Miles Davis, o algún otro disco de jazz parecido, porque al final son todos más o menos lo mismo, o tienen el mismo efecto. Me gustan de todas formas.
Hubo un tiempo en que intentaba remediar la melancolía y me prometía cambiar, noche tras noche: no someterme a los estados de ánimo, no vivir por y a causa de ellos. Porque así la vida es azar puro. Ahora estoy, diría, más en paces conmigo mismo. Igual me emborracho y lloro, les digo que son mis mejores amigos, de corazón, de puro corazón. Es esencia. Y al día siguiente sufro. Sufro, me deprimo, no puedo salir. Tomo café hasta que me reincorporo y parezco un ciudadano decente. A veces salgo a caminar por Corrientes, que queda a dos cuadras de casa, y no hago otra cosa que ver a la gente, pero nada más como si estuvieran en una vidriera y yo sin un peso en el bolsillo. Y como de verdad ando medio corto de efectivo, últimamente he empezado a ver con buenos ojos a los shoppings. Ojo, no me confundo, me siguen pareciendo aberraciones del sistema, pero como no voy a ponerme a discutir eso ahora, simplemente aprovecho que me dejan sentarme a leer en el patio de comidas sin ni siquiera pagar un café. Me siento y leo, y escucho música de un discman viejo que me prestó un amigo (así también evito la música funcional que puede volverte loco en muy poco tiempo). Cuando me canso salgo a pasear un rato más, y por qué no, después si me quedó algún vueltito me meto a ver una película al Gaumont con carné de estudiante, porque ir al cine también forma parte del recorrido del melancólico perdido. Me siento en una de esas enormes salas con pocos concurrentes, se hace de noche el día y solo ansío poder hacer un poco de catarsis, que es mi droga y mi bálsamo.
No tengo mayor adicción que la melancolía, pero como no hay algún centro M.A. (Melancólicos Anónimos) no tengo más que salir a vivir la vida así con lo que tengo. Sé que estarán pensando en que hable con algún psicólogo, o alguien que me pueda dar una mano, pero ya lo hago. Y a decir verdad no hace demasiado efecto. Puedo comparar sin reparos la adicción a la melancolía con la adicción al tabaco o cualquier otro tipo de adicción. Uno es siempre, en el mejor de los casos, un ex fumador en recuperación. Lo mismo con la melancolía. Al melancólico por ahí habría que prohibirle muchas como para una posible rehabilitación, pero eso no se puede ni se debe; aunque está claro que es algo asombrosamente olvidado en los manuales arreglacabezas. ¿Cómo va uno a dejar de ser tan melancólico si tiene un libro de Soriano a mano? Este mundo tiene tantos recuerdos, hasta inventados, te diría, sacados de no se donde, pero que igual te nutren la biblioteca. Corrientes. Corrientes por ejemplo, tiene algo de recuerdo inventado, un corredor repleto de bares de otra época, de cuando todavía se escuchaba tango. Está bien que hoy esté esa juventud que escucha tango y se aprende las hermosas poesías. Pero yo hablo de cuando la calle Corrientes estaba en su esplendor, y no solo del tango, sino del espectáculo en general, de los trajes, las galeras y los finísimos vestidos. Los viejos dicen ¨Ah, la calle Corrientes¨, y dejan escapar un hilito de suspiro, cierran los ojos, se van para atrás. Y uno, que es de otra generación, se inventa un recuerdo mágico e idealizado, como si fuera suyo. Eso es fenomenal para el melancólico. El Abasto, Gardel, el teatro San Martín y todos los otros sucuchos más independientes, las cosas que ya no están, las librerías con estanterías que rebalsan, con libros una vez prohibidos, los bares viejos que supieron resistir la sacudida de la renovación, en especial mi preferido: Guerin; y puedo seguir, con el obelisco, las diagonales, si te vas un poco más allá San Telmo; puedo seguir. Todo es un largo corredor de suspiros, de tango o jazz en la oreja, qué se yo, es un recuerdo que uno se inventa, una predisposición a la nostalgia. Y así como está eso también hay otros, miles de lugares y de cosas que son más de uno, y que también te alimentan: el lugar donde te dejó tu novia más querida, tu escuela primaria que sigue ahí como un mamotreto eterno, el parque y la pelota. Esos son los recuerdos de uno, que afloran y aparecen en cualquier lugar y a cualquier hora, a veces en forma de lágrima. Pero ya está. La verdad, cuando uno empieza a hacer las paces, cuando uno empieza a disfrutar y acepta el regocijo de los recuerdos propios e inventados, de los silbidos que oía Cortazar, del amor por un adoquín, de esa esquina donde pasó algo inolvidable, de las decisiones que fueron errores y de llorarle a la mama porque todo tiempo pasado fue mejor, está fregado de por vida, lo tiene que admitir y ser feliz con eso. No queda otra amigo.

viernes, 19 de enero de 2007

Las chicas de las revistas

Estimado Dr. Cabot: Seamos sinceros, resulta cada vez más complicado y riesgoso salir a la calle. Usted dirá: ¨por el calor, por el ruido, el smog que a diario exhalan los autos, los colectivos, ¿la inseguridad dice?, está bien, sobre todo si tomamos a la nueva ola delictiva que lidera la franja de la terecera edad, o esos taxistas enojados que han tomado la nefasta costumbre de subirse a las veredas¨, bien, y yo le respondo que todo eso es más que cierto, sesudo. ¡Es más! si usted no saliera a la calle por todo ello, yo lo consideraría un hombre precavido. Pero no son más que factores que se suman a la mareja de este complejo entramado en que se asienta la sociedad; pero hay uno, un factor, escencial si los hay, y es al cual me quiero referir brevemente aquí y ahora y sin más preambulos: yo me refiero a algo mucho más mundano si usted quiere, es decir, a la cantidad de gluteos, senos y concheros que hoy aparecen primera plana de las revistas y que invaden los quioskos de diarios y que tienen por resultado u objetivo, mejor dicho, empujar a la locura, a la insanía, al hombre que se presta de ser heterosexual, que ha escogido dicha orientación o bien a sido obligado por sus padres. Me remito a ciertas probadas fuentes. Para empezar, hoy día, el 34% por ciento de los inquilinos del Instituto Borda sufren de severas e irrefrenables compulsiones sexuales, que, si pudieran satisfacerlas, harían crecer aun más los índices de población, quizás en un 20 %. Es por ello que han tenido que encerrarlos en un pabellon especial. El ex dierctor del nosocomio, Hector Mujigato me ha confesado que el presupuesto se lo han tenido que gastar en muñecas inflables, revistas del estilo de Maxim, Hombres, Gente, Life & Travel y otros adminiculos destinados a los placeres del onanismo. En una confesión mucho más severa me ha dicho que habría que matar a todos los locos, momento en el que dio un brusco salto y se fue comiendo una banana mientras imitaba a un gorila. El doctor Mujigato hoy en día es, tristemente, un paciente más del sitio que antaño dirigió. En dos pabellones que se encuentran contiguos a este, (que es de maxima seguridad) se encuentra otro en donde hay pacientes que practican el onanismo pero de forma más leve, tan solo cinco veces por día en promedio, y las doctoras pueden entrar y a veces hasta salir. Usted dirá, es un mal que afecta a la sociedad, como afectó ya a los países de oriente, ¿qué juegan las revistas en todo esto?. Pues bien, ese 34 % del cual le hablo, que hoy colma el pabellón de máxima seguridad del Borda, se ha iniciado, para ejemplificarlo, como ese puber que empieza a fumar y se arriesga a manifestar que lo tiene todo controlado, cuando meses más tarde se halla sumido tras las rejas del vicio y ya no puede salir. La mayoría de estos sujetos eran felices oficinistas del microcentro. Andaban por las calles, vistiendo sus trajes, bamboleando sus maletines, sus mujeres los esperaban en casa, y un día, un día de impulso, se dejaron tentar por una de esas revistas que a la pasada, con ese efímero golpe de ojo , ese ¨vicheo¨, parecen inofensivas. ¡Pero vamos! día a día nuestros ojos son practicamente obligados a ver a razón de 15 traseros por cuadra, ¡pomposos traseros!, ¡voluptuosos senos!, ¡cuerpos esculturales, poses exóticas, señoritas vestidas de colegialas a punto de sobar una paleta! ¡Y más en verano! donde las mujeres, las mujeres reales, las de carne y hueso ostentan sus escotes, que revisten todo el líbido y hacen que el hombre se reprima a diario, que se vaya comprimiendo como una olla a presión, hasta que por supuesto, estalla. El señor Edgar Onisimo, uno de los pacientes, me contó, mientras intentaba frotarse aquello que le quedaba en carne viva donde usted sabe, que no pudo más, que se tentó y compró una de esas revistas, y allí empezó el suplicio, el calvario. Perdió el trabajo, su esposa lo abandonó. Espera salir algún día, aunque de todas formas afirma sentirse cómodo allí donde está, con todo ese harén de muñecas que puede verse entre ellos, y, agrega, con una nostálgica sonrisa, que no los histeriquean. En fin, ya verá usted hasta donde estamos metidos con todo esto. Y se lo digo, Dr. Cabot, como simple observación, para analizarla. ¿Se tratará de un macabro plan político? No lo sé, por lo pronto lo arrojo como mera observación de una sociedad que, irremediablemente, se acerca peligrosamente a un barranco donde en el fondo, no hay otra cosa que el apocalípsis. Aguardo no haber resultado demasiado trágico, es que no me queda mayor opción. Para poder apaciguar mis nervios, ese fuego que ahora arde por dentro, no he tenido otra alternativa que adquirir el último número de Rolling Stone, donde sale esta chica, que quizás usted conozca, se llama Luisiana Lopilato, y es una mantequita...
Con caluroso afecto lo saluda.> Sr. Cono de Vainilla.

Como pasan los días

Dr. Cabot: Ciertamente, qué anomalías, que pequeñas y misteriosas fallas a menudo nos perturban sin razón, ¡en qué desorden y desquicio se halla a veces la mente!, toda la mañana estuve prácticamente deprimido, blasfemando al vacío, turbado y maltrecho... orbitaba sobre mi cabeza el siguiente pensamiento, una y otra vez: ¨Dios mío, dios me libre, aún es martes, ¿o lunes?¨, sí, no, peor aún, ¡LUNES! y ya siendo la tarde, una señora que, a juzgar por su precario andar y unas visibles y molestas ñañas, anda ya en el último tramo de su existencia, me hace dar un trombo con su lucidez, dándome la primicia de que en realidad es jueves. Mi cuerpo, mi tullido cuerpecillo se inunda de alegría, se incorpora con una sensación de viaje a traves del tiempo. Y no todos los días gozamos de esa asombrosa posibilidad. ¿Quién diría que una adorable anciana me haría el favor? El fin de semana se acerca y con ello la idea de un merecido descanso. Después de todo, todos lo merecemos. Un cordial saludo.
Sr. Cono de Vainilla

Onomástico

Buenos Aires 12 de enero del 2007


Estimado Dr. Cabot::

Me complace en esta oportunidad saludarlo efusivamente, como es debido y tradicional en el círculo que comprende la medicina experimental: con una fuerte palmada en su hombro, un salto carnero hacia atrás, un paso de zapateo americano, otro de fox trot, y, por último, el obsequio de un tintero pelikan azul marino; todo con motivo de conmemorar y festejar su octogésimo aniversario.
Dicho tintero podrá utilizarlo para sumergir su pluma y así, tomando notas luego (no antes de sumergir la pluma), continuar su investigación que toma por objeto al congrio que se fifa a la flondria. De más está decir que puede persistir en ello, con la perseverancia y carácter que lo caracteriza, en su próximo viaje a Mendoza.
Ahora me invaden algunos recuerdos a la mente y, sólo como corolario de una eterna amistad que al fin y al cabo se sella en la hermandad, me dispongo a narrarlos brevemente, pues pensando en ellos, tan solo algunos que agarro azarosamente, ya se derrama sobre mi mejilla una lágrima de sincera emoción.
Recordará usted, por ejemplo, aquella experiencia en la cancha del Club Atlético All Boys, mientras usted se hallaba embarcado en un proyecto de investigación dentro del campo de la fosforología. Nos encontrábamos entre la hinchada que se apretujaba en la platea, y, mientras usted tomaba notas, se vio impedido de continuar por un fallo del juez, con quien, a la vista estaba, usted se encontraba por completo en desacuerdo; de forma que descendió hasta los primeros escalones, saltó como un gorila contra el alambrado y luego persiguió al lineman hasta la línea de fondo, al tiempo que rugía y escupía sobre su calva. Aquello, sin darse cuenta en ese momento, fue el eje central que le permitiera terminar su tesis y así dar con un premio de la CONICET, el cual yo mismo tuve el honor de entregarle. Yo por mi parte empecé, a partir de aquel día, a tener un notable cariño por All Boys, al que adopté como mi equipo del Nacional B, y luego, algunos años después, de la Primera B.
También, cómo olvidarlo, aquella vez en el bar de Roberto frente a la plaza Almagro, agolpados en la barra, tomando licor de huevo y oyendo tango, en pos de tomarnos un descanso debido a aquella extensa e intrincada investigación que nos había encargado la escuela avanzada de estudios superiores de repostería (E.A.E.S.R.). Recordará usted la borrachera en que nos hallábamos finalizada la noche y como llegamos tambaleando y a duras penas hasta la parada de colectivo componiendo tangos a la librería de Miguel, letra que hoy día no logro recordar, y que su memoria podrá completar.
Y sólo de pensar en las berenjenas en escabeche que tardes y tardes nos sentábamos a saborear recordando a su abuela con cariño me dan ganas de pedirle un frasco de kilo. También se acordará usted de aquel día trágico en que se me deslizó el frasco y estalló en mil pedazos en el suelo. Yo no sabía como pedirle disculpas, mientras no podía resistirme y aún con vidrios peligrosamente esparcidos me armaba sándwich´s con pan lactal.
Por último se me viene a la mente un recuerdo bastante singular, de un tugurio viciado de humo, música de cumbia y olor a cerveza, al que se subía por una escalera caracol... aunque, es mejor, ahora pienso, dejar que el resto de las letras de este recuerdo se impriman directamente en su propia cabeza.
Doy fe a que, de continuar con más recuerdos, podría escribir un libro de extensión similar a Guerra y Paz o los Sorias, que según bien investigó usted, tiene unas mil trescientas páginas. Por eso lo dejo ahora, que ya empecé a sentirme de la artritis en los dedos, y que se resiente aún más con la humedad.
Aguardo que hoy sea un día muy especial para usted, que transcurra entre sus seres queridos, que reciba obsequios, muchos saludos y que el resto del año lo encuentre lleno de amor y, por sobre todas las cosas, de ese hálito que a menudo necesita el alma: buenos garches.
Por muchas más cosas que con el tiempo se inscriban automáticamente en el libro de los recuerdos, le repito mi saludo tradicional del círculo que reúne a los médicos experimentales: una fuerte palmada en el hombro, un salto carnero hacia atrás, un paso de zapateo americano , otro de fox trot, y, por último, el obsequio de un tintero pelikan azul marino; todo con motivo de conmemorar y festejar su octogésimo aniversario.

El Sr. Cono de Vainilla.
Alzo mi copa y ¡Salud!

sábado, 13 de enero de 2007

Abulia de sabado por la tarde

Hace unos cuantos días que no escribía. Estaba cansado, no sé, no tenía ganas. Quizás estaba mareado y nauseabundo de tantas ideas orbitando. Mi vida es algo así y ya empiezo a resignarme, aunque mi analista me haga creer lo contrario tras percibir el monto habitual. Soy una montaña rusa de estados anímicos, adrenalina y miedo, un gran suspiro cuando todo termina. Hoy ya me levanté de mal humor. No tenía cigarrillos y tampoco quería salir a comprar. Comí algo que había en la heladera, un arroz que me había echo ayer con trozos de carne que había sobrado de anteayer con un poco de crema, medio pesado. Creo que no ayudó a recomponerme. Me dije: quizás un libro haga bien, quizás trabajar un poco haga bien, quizás escucha música me haga bien, quizás salir a tomar aire me haga bien, pero al cabo desistí de todas las opciones y me puse a balbucear algunas cosas en la guitarra, cosas sin sentido y depresivas. Toqué algunos viejos temas que compuse hace un tiempo. Nada consiguió poner mi espíritu en equilibrio. Por qué? me pregunto, por qué habrá quien no se toma la vida así, que no se ahoga en un vaso de agua, lo único que hago con una asombrosa diciplina. Al final me armé de valor y salí a la calle, compré puchos y después, ya que estaba, anduve sin dirección un rato hasta que me aburrí y volví a la abulia del hogar. Me puse a leer sentado en la escalera que da al pequeño patio, pero los personajes me causaban cierta impresión, ciertas ganas de vomitar, y si bien la historia emepzaba a cautivarme, tuve que dejarlo, irremediablemente. Traté de animarme escuchando a Lennon. Me impresinó realmente como de repente había un sesgo de luz que empezaba a filtrarse desde lo hondo de mi angustia. Me puse a trabajar un poco. Me puse a fumar y a tomar una Coca. Eso me levantó un poco pero no lo suficiente, y al cabo de un rato volví a la guitarra e intenté tocar Love, nunca con esa cosa misteriosa que le imprime Lennon, por supuesto, pero al menos pude imaginar lo que sería volver a enamorarme. Por un instante todo fue melancólicamente perfecto, estaba sintiendo que había una posiblidad de creer que todo podía mejorar con un amor real, con un motor que te empuje a no desear cosas sin sentido, pero luego me asusté, pensé en todas esas obsesiones mías y en como habían arruinado la mayoría de las cosas que había querido, me sentí en una terrible y eterna soledad, un personaje trágico y desdichado, una mierda, un número desolado. Sigo fluctuando, sigo creyendo y descreyendo, sigo, qué se yo.

viernes, 5 de enero de 2007

Correspondencia entre el Hombre Ceniza y el Sr. Cono de Vainilla

Las ventajas de la comunicación
Sr Ceniza, Hombre: Visto y considerando (nada) le envio este mail con el simple propósito de comunicarle que, como ya se irá dando cuenta usted, hombre idoneo de cabeza ovalada, tengo mail. Puede usted remitirse a mi en caso de ser necesario, aunque preferiría que sea preferentemente en los casos en que no lo sea, ya que, ahora sí, visto y considerando, puede salvarme usted de una terrible desgracia: sea engranparme un dedo premeditadamente, morir de tedio o desintegrarme de forma misteriosa y reaparecer en algún contexto hostil o canibal (Ej: la tribu de Anibal en Africa septentrional). Hoy por la noche viajaré a Saavedra, por lo que también puede ubicarme allí, quizás leyendo a Kant o a Coné, la revista del sobrino de Condorito, y de la cual estoy haciendo una profunda investigación acerca del uso y los alcances del ¨Plop¨, para lo cual me he contactado con algunos chilenos que extrañamente salen disparados cuando menciono el propósito del trabajo; no comprendo aún la causa, pero quizás usted pueda aportar algún valioso dato. Sin más, saluda atte con un beso escrotal.
Sr. Cono de Vainilla
Re:
Estimado señor cono de vainillia, muchas son las sonrisas y esbozos de sonrisas que me ha sacado el conocerlo vivo aunque proletario. Me alegra poder salvarlo del tedio, y el asecho de la estupidez-aburrimiento que tanto daño le ha causado a nuestra nacion, ya que todos los practicantes de leyes inutiles sabemos que el señor videla solo tomo el poder por estar al pedo, ytambien asi, stalin ejecuto a mas de mil hombres para como decia el "safar de la rutina" o peor aun caiga en el onanismo compulsivo que tarde o temprano nos hace mirar con cariño a un encendedor, yd ecir para nuestros adentros: "nadie me ve, quien podria acusarme de puto si nadie me ve" e introducirse el encendedor en donde ud imaginara ya muy bien.mas alla de todo esto le comento que mi vida sigue aun en peligro, por el simple y obvio hecho de uqe es mi vida y nada puedo hacer yo ya para evitar algun dia morir, lo que me lleva a temer y salir poco de casa asi que mis plantas estan hermosas, aunque sin poca comunicacion con el exterior mi mente me esta jugando una mala pasada, creo haber oido por la radio que isabelita esta dispuesta a tomar el poder para terminar su mandato, y al escuchar esto, alfonsin, de la rua e illia quieren hacer lo mismo. espero que esto se resuelva pronto sin la necesidad de vovler a las armas, o a los penes.mas alla de todo esto, comence a consumir, cables de telefono como comida yaque la mia se esta acabando y quiero dejar de postre un sanguiche de miga que me dieron en el viaje que hice desde samoa hasta mi casa.sin mucho mas que decir, me gustaria me informes como esta el mundo exterior, ya que me comi el cable coaxil y el de la radio anoche, asi que limitado a mi imaginacion, imagino malas cosa.besos desde la oscuridad
HOMBRE CENIZA su hombre
Re:
Pasa?
Estimado Hombre Ceniza, no se imagina usted cuanto inflan de júbilo mi pecho sus inobjetables, juiciosas y bien intencionadas palabras. Tanto es así que una lágrima me ha brotado de la oreja, aunque ahora veo que es pus. De todas formas, y pasando ahora sí, a la respuesta de su breve pero contundente tratado, puedo remitirme, en cuanto al tedio se trata, a una pregunta que llevo haciéndome desde hace un tiempo, si es que este existe. Dicha pregunta, que ahora invade mi mente como la lombriz solitaria es: ¿Acaso el tiempo pasa? o resulta que Dios se entretiene jugando maliciosamente con las manecillas del reloj así como el niño se divierte incinerando hormigas con una lupa, echando sal sobre una babosa o, tal vez, inculcándole el vicio del cigarrillo a un pobre sapo, que luego explota sin poder cargarse a Marlboro con un juicio más que justo. Es decir, me pregunto si no estaremos ante un tiempo ya no subjetivo sino ante un juego macabro, quizás del propio lucifer, del señor de las moscas. Mientras tanto, no tenemos mayor alternativa que introducirnos encendedores por el recto o masticar cables coaxiles, cuando el aburrimiento nos carcome por dentro como ese bicho acuático que durante su gesta fagocita a su propia madre, quien muere al dar a luz a sus pequeños asesinos. De todos modos le recomiendo que modifique su dieta alimenticia, puesto que ingerir cables coaxiles no solo lo mantendrá incomunicado con el mundo exterior sino que, está comprobado, puede causar úlcera o cancer de escroto, en el peor de los casos. De todas formas toda la humanidad se dirige irremediablemente a un mismo lugar: el cuarto de baño. Con respecto a la muerte nada puede hacerse para remediarla, si es que no se trata ya de un remedio. Es así que le recomiendo que salga, que disfrute, que festeje la vida y concurra a la misa del Monseñor Escorbuto, le hará bien a las artosis (de toda clase). Y no se preocupe por sus plantas, Evita murió. Sí, como oye. Sin más que decir, me despido con agradecimientos, abrazos y una invitación al barrio de Saavedra. Puede hablar con mi secretaria, La Sra. Marta Anchailarga y solicitar una fecha. Adios.
Sr. Cono de Vainilla

jueves, 4 de enero de 2007

Día de tedio en la oficina

Cuando me pregunto que hago frente a ese escritorio sobre el cual hay una computadora vieja y maltrecha, quizás el modelo siguiente a la IBM con tarjetas agujereadas; al lado de un teléfono que al atender cruje como una silla de mimbre; y con un espacio de tiempo libre que abarca prácticamente la totalidad del día, digo: está bien, no buscaste nada mejor. Grito por dentro y después pienso que esto me impulsa, irremediablemente, a buscar otra cosa con urgencia. Y de mientras el día avanza como una babosa a la que solo quisiera hecharle sal. El tedio se vuelve insoportable, casi insostenible, alguna vieja entra y pregunta cuales son las actividades del día, otra me cuenta del reuma, otra, más osada, me pide que baje con ella en ascensor porque sufre de claustrofobia y no puede ir sola. Bien, otra vez, digo, y pasan algunos segundos. Hago algunos llamados al primero que se me ocurre y lo dilato hablando pavadas, después me escabullo al baño para fumar un cigarrillo. Al menos en un momento pude retomar el libro de Woody, también pude mandar algunos mails y, en un momento anterior al desquicio pude sublimar escribiendo una breve obra de teatro en ese teclado al que hay que maltratar bastante para que tipee. Nada, nada, no pasa nada. Bueno, sí, después tuve una reunión por un proyecto de guión que, si anda bien, puede resultar en algo, pero no quiero quemarlo.
Ahora por suerte en Saavedra la cosa toma otro color, todo es paz. Tomaré un baño.

miércoles, 3 de enero de 2007

Savedreando!

Bueno, mi amigo Gus se fue al sur y me dejó su humilde morada del barrio de Saavedra para que se la mantenga a flote, vamos a ver qué ocurre. El barrio es tranquilo, de gente que saca la silla para afuera, de chori en la calle, todo muy tranquilo, muy uruguayo, al menos a la noche no te joden los autos y el ronquido de los bondis. Llegué ayer a la noche, con una lluvia hermosa, y me instalé: me traje un bolso con ropa y la guitarra, fundamental. Hoy me levanté temprano y fui hacer las compras al chino, mes sentí como la Doña Rosa, fijándome precios, comprando ofertas y todo eso. Pensé que iba a gastar mucho pero no, estaba equivocado, y eso es promisorio, quizás llegue a fin de mes. Lo bueno de estar acá es que el ocio no será repudiado por ojos paternales, más bien será festejado. Hay muchos libros nuevos para leer, y proyecto leerlos todos para fin de mes, aunque en verdad no creo que ocurra. Ayer por la noche empecé por Perfiles de Woody Allen, después empecé a ver una película y me quedé dormido. Espero buenos fines de semana y un enero tranquilo, sin intrincadas explicaciones de por qué la vida es así. Ahora me pondré a hacer la comida y después a laburar al centro, es medio lejos pero bueno, se puede tolerar si sé que a la noche me espera el silencio del hogar, el libre albedrío. Ah, pegué un laburo choto de oficina que espero que no me queme tempranamente, le doy un mes como mucho, pero calculo que tendré que tragarme las palabras. Indigestión y diarrea.

lunes, 1 de enero de 2007

Sol

Bien, después de todo, y aunque ya sean las seis de la tarde, el día me recibe con todo su esplandor y me pide que chasquee los dedos. Lo voy a hacer. Lo hice. Ahora ya puedo empezar a buscar alguna pileta para tirarme antes de que mi cuerpito se empiece a derretir por toda la casa, a ver si despues la vieja me hecha la culpa.

Año nuevo

Amanece y no estoy presentable, estoy solo, y no creo que esté en mi mejor versión. Esta cosa desprolija, con el pelo tapándome los ojos, con vendas en las manos, una versión melancólica y triste, muy como para ocultarla e ir a dormir, pero hoy estoy más cansado que de costumbre y no me importa demasiado la mala publicidad. Estoy seguro que todo se va a ir al fondo de una vez o se va arreglar con un chasquido de dedos, pienso que de todas formas esto no puede durar más de tres años, lo pensé cuando tiraban todos esos fuegos artificiales, todo ese derroche de alegría no me contagia, o si lo hace, lo hace de forma inversa. No tengo la fuerza suficiente como para ir a la cima, y no me enseñaron como es la peor derrota, nunca me lo mostraron pero lo estoy viendo, y voy ahí, a un lugar donde no existe ganar, porque la verdad, es lo que menos me importa. Mi condición es el devenir en su máxima y más pura expresión. Nada de trabajar en mierda, nada de proyectos agotadores, nada de la carrera por los cien metros ni nada de salvar a nadie, nada de mil milllones, nada de playas y mil mujeres chupandome la pija, solo quiero una mujer que quiera abrazarme cuando esté muy solo, cuando amanezca. Ahora. Ahora.