miércoles, 31 de enero de 2007

Nunca cargar cajas

Lo que es no hacer nada en el trabajo, pero nada de nada, o unas tareas miserables que pueden terminarse en media hora a lo sumo. ¡Y tengo que estar seis! Ahora pienso: esto es lo que quería unos meses atrás, cuando me presionaban en la facultad y quería abandonar otra vez, estaba desempleado y anhelaba que me paguen por no hacer nada, por estar tirado en un sillón leyendo o mirando tele. Me puedo equivocar, pero creo que debe ser el ideal de cualquiera, bueno, no si se trabaja en una oficina espantosa con viejas chismosas, imbéciles mentales y un sueldo que da pena. De ganar más por arrojarse en un sillón, quizás uno podría al menos planear viajes, conocer mujeres. Acá la única posibilidad, no muy recomendable, es tratar de conquistar a una señora de ochenta años que viene a hacer yoga y no se parte los huesos en el intento por un pelo.
Al final, contrario a mis predicciones e idealizaciones acerca del trabajo perfecto, este trabajo hace que mi ánimo no esté muy arriba, sobre todo porque mis amigos parece que la pegaron, se subieron a un tren muy distinto al mío, en el tren en que está la crema. Para colmo lo veo, me miran como si realmente hubiera fracasado, andando por ahí con mi trabajito de mierda, y aunque yo me castigo bastante con esa idea que me hice, sé que todavía queda una oportunidad, y cuando se caiga esa, va a haber otra. Es así, y si no ¡a pegarse un tiro!
Hoy al menos estuve ocupado, me dediqué a armar un partido de fútbol toda la tarde, eso me llevó la gran parte del día, mientras mi jefa, que se va de vacaciones, hablaba de cuestiones administrativas con la secretaria, que es una señora bastante simpática, de culo pesado y que se nota a la legua que tampoco le agrada trabajar. Pero la verdad es que no hacer nada por mucho tiempo vuelve loco al más holgazán, como a mí, que la mayoría de los días sentí que el cerebro se me empezaba a entumecer, a achicar, y me sorprendía con la vista muerta por lapsos de media hora. Al parecer me congelaba ensimismado en elucubraciones diversas, y que casi nunca conducen a ningún sitio. Cuando me despabilo, como quien llega de otro tiempo y otro lugar a la tierra, me escabullo al baño y fumo un cigarrillo entre los mingitorios antiguos humeantes de olor a meo, y esos azulejos celestes de varias tonalidades. Me recuesto de pie contra la pared y casi siempre me pongo a pensar en como llegué áhí, como de pronto los mejores momentos de mi trabajo son en ese baño. El humo sale de mi boca y se va por la ventanita. Ojalá que no entre nadie, pienso.
Ahora abrí los mails y encontré uno de un amigo que me dice que las negociaciones por un mejor trabajo andan muy bien. Es un muy amigo mío que trabaja en una productora de las más importantes y me quiere meter. Me dijo que le mande un currículum chamuyado de cierta forma, y ahí sí que me agarró cagazo. Ahí me van a pedir que trabaje, que mueva mi cuerpo cansino que se pisa las pelotas a cada paso. Ahí me van a dar con un palo. La paga es mejor, mucho mejor, pero ahí me quiero ver.

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