viernes, 19 de enero de 2007

Las chicas de las revistas

Estimado Dr. Cabot: Seamos sinceros, resulta cada vez más complicado y riesgoso salir a la calle. Usted dirá: ¨por el calor, por el ruido, el smog que a diario exhalan los autos, los colectivos, ¿la inseguridad dice?, está bien, sobre todo si tomamos a la nueva ola delictiva que lidera la franja de la terecera edad, o esos taxistas enojados que han tomado la nefasta costumbre de subirse a las veredas¨, bien, y yo le respondo que todo eso es más que cierto, sesudo. ¡Es más! si usted no saliera a la calle por todo ello, yo lo consideraría un hombre precavido. Pero no son más que factores que se suman a la mareja de este complejo entramado en que se asienta la sociedad; pero hay uno, un factor, escencial si los hay, y es al cual me quiero referir brevemente aquí y ahora y sin más preambulos: yo me refiero a algo mucho más mundano si usted quiere, es decir, a la cantidad de gluteos, senos y concheros que hoy aparecen primera plana de las revistas y que invaden los quioskos de diarios y que tienen por resultado u objetivo, mejor dicho, empujar a la locura, a la insanía, al hombre que se presta de ser heterosexual, que ha escogido dicha orientación o bien a sido obligado por sus padres. Me remito a ciertas probadas fuentes. Para empezar, hoy día, el 34% por ciento de los inquilinos del Instituto Borda sufren de severas e irrefrenables compulsiones sexuales, que, si pudieran satisfacerlas, harían crecer aun más los índices de población, quizás en un 20 %. Es por ello que han tenido que encerrarlos en un pabellon especial. El ex dierctor del nosocomio, Hector Mujigato me ha confesado que el presupuesto se lo han tenido que gastar en muñecas inflables, revistas del estilo de Maxim, Hombres, Gente, Life & Travel y otros adminiculos destinados a los placeres del onanismo. En una confesión mucho más severa me ha dicho que habría que matar a todos los locos, momento en el que dio un brusco salto y se fue comiendo una banana mientras imitaba a un gorila. El doctor Mujigato hoy en día es, tristemente, un paciente más del sitio que antaño dirigió. En dos pabellones que se encuentran contiguos a este, (que es de maxima seguridad) se encuentra otro en donde hay pacientes que practican el onanismo pero de forma más leve, tan solo cinco veces por día en promedio, y las doctoras pueden entrar y a veces hasta salir. Usted dirá, es un mal que afecta a la sociedad, como afectó ya a los países de oriente, ¿qué juegan las revistas en todo esto?. Pues bien, ese 34 % del cual le hablo, que hoy colma el pabellón de máxima seguridad del Borda, se ha iniciado, para ejemplificarlo, como ese puber que empieza a fumar y se arriesga a manifestar que lo tiene todo controlado, cuando meses más tarde se halla sumido tras las rejas del vicio y ya no puede salir. La mayoría de estos sujetos eran felices oficinistas del microcentro. Andaban por las calles, vistiendo sus trajes, bamboleando sus maletines, sus mujeres los esperaban en casa, y un día, un día de impulso, se dejaron tentar por una de esas revistas que a la pasada, con ese efímero golpe de ojo , ese ¨vicheo¨, parecen inofensivas. ¡Pero vamos! día a día nuestros ojos son practicamente obligados a ver a razón de 15 traseros por cuadra, ¡pomposos traseros!, ¡voluptuosos senos!, ¡cuerpos esculturales, poses exóticas, señoritas vestidas de colegialas a punto de sobar una paleta! ¡Y más en verano! donde las mujeres, las mujeres reales, las de carne y hueso ostentan sus escotes, que revisten todo el líbido y hacen que el hombre se reprima a diario, que se vaya comprimiendo como una olla a presión, hasta que por supuesto, estalla. El señor Edgar Onisimo, uno de los pacientes, me contó, mientras intentaba frotarse aquello que le quedaba en carne viva donde usted sabe, que no pudo más, que se tentó y compró una de esas revistas, y allí empezó el suplicio, el calvario. Perdió el trabajo, su esposa lo abandonó. Espera salir algún día, aunque de todas formas afirma sentirse cómodo allí donde está, con todo ese harén de muñecas que puede verse entre ellos, y, agrega, con una nostálgica sonrisa, que no los histeriquean. En fin, ya verá usted hasta donde estamos metidos con todo esto. Y se lo digo, Dr. Cabot, como simple observación, para analizarla. ¿Se tratará de un macabro plan político? No lo sé, por lo pronto lo arrojo como mera observación de una sociedad que, irremediablemente, se acerca peligrosamente a un barranco donde en el fondo, no hay otra cosa que el apocalípsis. Aguardo no haber resultado demasiado trágico, es que no me queda mayor opción. Para poder apaciguar mis nervios, ese fuego que ahora arde por dentro, no he tenido otra alternativa que adquirir el último número de Rolling Stone, donde sale esta chica, que quizás usted conozca, se llama Luisiana Lopilato, y es una mantequita...
Con caluroso afecto lo saluda.> Sr. Cono de Vainilla.

No hay comentarios: