viernes, 19 de enero de 2007

Onomástico

Buenos Aires 12 de enero del 2007


Estimado Dr. Cabot::

Me complace en esta oportunidad saludarlo efusivamente, como es debido y tradicional en el círculo que comprende la medicina experimental: con una fuerte palmada en su hombro, un salto carnero hacia atrás, un paso de zapateo americano, otro de fox trot, y, por último, el obsequio de un tintero pelikan azul marino; todo con motivo de conmemorar y festejar su octogésimo aniversario.
Dicho tintero podrá utilizarlo para sumergir su pluma y así, tomando notas luego (no antes de sumergir la pluma), continuar su investigación que toma por objeto al congrio que se fifa a la flondria. De más está decir que puede persistir en ello, con la perseverancia y carácter que lo caracteriza, en su próximo viaje a Mendoza.
Ahora me invaden algunos recuerdos a la mente y, sólo como corolario de una eterna amistad que al fin y al cabo se sella en la hermandad, me dispongo a narrarlos brevemente, pues pensando en ellos, tan solo algunos que agarro azarosamente, ya se derrama sobre mi mejilla una lágrima de sincera emoción.
Recordará usted, por ejemplo, aquella experiencia en la cancha del Club Atlético All Boys, mientras usted se hallaba embarcado en un proyecto de investigación dentro del campo de la fosforología. Nos encontrábamos entre la hinchada que se apretujaba en la platea, y, mientras usted tomaba notas, se vio impedido de continuar por un fallo del juez, con quien, a la vista estaba, usted se encontraba por completo en desacuerdo; de forma que descendió hasta los primeros escalones, saltó como un gorila contra el alambrado y luego persiguió al lineman hasta la línea de fondo, al tiempo que rugía y escupía sobre su calva. Aquello, sin darse cuenta en ese momento, fue el eje central que le permitiera terminar su tesis y así dar con un premio de la CONICET, el cual yo mismo tuve el honor de entregarle. Yo por mi parte empecé, a partir de aquel día, a tener un notable cariño por All Boys, al que adopté como mi equipo del Nacional B, y luego, algunos años después, de la Primera B.
También, cómo olvidarlo, aquella vez en el bar de Roberto frente a la plaza Almagro, agolpados en la barra, tomando licor de huevo y oyendo tango, en pos de tomarnos un descanso debido a aquella extensa e intrincada investigación que nos había encargado la escuela avanzada de estudios superiores de repostería (E.A.E.S.R.). Recordará usted la borrachera en que nos hallábamos finalizada la noche y como llegamos tambaleando y a duras penas hasta la parada de colectivo componiendo tangos a la librería de Miguel, letra que hoy día no logro recordar, y que su memoria podrá completar.
Y sólo de pensar en las berenjenas en escabeche que tardes y tardes nos sentábamos a saborear recordando a su abuela con cariño me dan ganas de pedirle un frasco de kilo. También se acordará usted de aquel día trágico en que se me deslizó el frasco y estalló en mil pedazos en el suelo. Yo no sabía como pedirle disculpas, mientras no podía resistirme y aún con vidrios peligrosamente esparcidos me armaba sándwich´s con pan lactal.
Por último se me viene a la mente un recuerdo bastante singular, de un tugurio viciado de humo, música de cumbia y olor a cerveza, al que se subía por una escalera caracol... aunque, es mejor, ahora pienso, dejar que el resto de las letras de este recuerdo se impriman directamente en su propia cabeza.
Doy fe a que, de continuar con más recuerdos, podría escribir un libro de extensión similar a Guerra y Paz o los Sorias, que según bien investigó usted, tiene unas mil trescientas páginas. Por eso lo dejo ahora, que ya empecé a sentirme de la artritis en los dedos, y que se resiente aún más con la humedad.
Aguardo que hoy sea un día muy especial para usted, que transcurra entre sus seres queridos, que reciba obsequios, muchos saludos y que el resto del año lo encuentre lleno de amor y, por sobre todas las cosas, de ese hálito que a menudo necesita el alma: buenos garches.
Por muchas más cosas que con el tiempo se inscriban automáticamente en el libro de los recuerdos, le repito mi saludo tradicional del círculo que reúne a los médicos experimentales: una fuerte palmada en el hombro, un salto carnero hacia atrás, un paso de zapateo americano , otro de fox trot, y, por último, el obsequio de un tintero pelikan azul marino; todo con motivo de conmemorar y festejar su octogésimo aniversario.

El Sr. Cono de Vainilla.
Alzo mi copa y ¡Salud!

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