jueves, 1 de febrero de 2007

Correspondencia entre El Hombre Ceniza y El Sr. Cono de Vainilla

Queridisimo y entrañable Hombre Ceniza: He recibido su carta en tiempo y forma, y, con ello, el buen presagio de una existencia venturosa, al menos para el cartero, que, como me dijo, se estaba preparando para la próxima maratón de caminata a realizarse en Kenia, un país que de acuerdo al último censo tiene un incremento en caminadores del 97%, convirtiendose este en el segundo sustento de su economía, siendo la globología el primero. Y fíjese usted lo que son las casualidades, puesto que el solo hecho de haber mencionado a Kenia me conduce de forma directa al tema en cuestión. Ya recordará usted, quizás si, quizás no, eso lo sabrá usted, mi aniversario festejado el día 7 de enero en el hogar de Saavedra. Tomo como ciertos los rumores que acreditan sus disculpas por no haber podido asistir. Sé que los accidentes domésticos suelen ocurrir y, en este caso, el rumor se ha cruzado de boca en boca todos los barrios, desde Almagro hasta Saavedra. Supe que un fuerte estornudo agitó de manera hostil su frágil cuerpo como si se tratara de una hoja de papel y se fracturó la pantorrilla. Si eso es cierto le deseo una buena recuperación y, en ese caso, también le recomiendo como bálsamo el ron de Castilla, que ya lo hicieran y degustaran los monjes en fiestas orgiásticas con el papa en el vaticano, acompañados siempre por el coro de los niños cantores de viena y un amistoso grupo de cabrillos. En cierta ocación he tenido que cubrir para la revista Orgía Papal dicho acontecimiento anual y, si alguna vez dispone de tiempo, no se lo pierda. Hágame acordar que le envíe las fotos para que vaya haciéndose la idea. De todas formas me alegro que mis palabras hallan hecho eco en su cabeza y se>halla animado a salir a la calle. Y que, por sobre todas las cosas, aún cojo y flatulento, ahora halla vuelto a surgir aquel plan suyo de viajar al norte con grandes aspiraciones científicas, psicológicas y, por supuesto, del campo de la globología. He aquí de la casualidad a la cual hago mención unas líneas atrás, puesto que todo, al fin y al cabo, nos conduce irremediáblemente a la globología. Antes de su partida, le pido tenga a bien considerar el proyecto de homenajear a Marcel Marseau con un portentoso monumento hecho pura y exclusivamente con globos multicolor. Sin otro particular más que un dedo adentro, lo saludo efusívamente y le deseo un buen viaje.

Sr. Cono de Vainilla



Señor entre los señores, hombre de señorial mirada. Aqui me encuentro, miro un poco hacia adelante y mis manos tintinean en el teclado, así me encuentro, tintineando. Le cuento, si es que de su gusto es que le cuente, que mi viaje ha terminado, o recien comenzado. Esto último prefiero yo. He vuelto a la casa de donde salí, y no me atrevo a inferirla como "mi casa" ya que no creo más en esto. Usted sabra que me he retirado de la ciudad por consejo del doctor Cabot, hombre con el cual usted ha compartido alguna que otra letra, lo que me hace bastante feliz y algo gaseoso, principalmente gaseoso, desde la pelvis para atrás principalmente gaseoso. Le cuento, sigo, que mi viaje ha extirpado parte de mi cerebro y lo ha dividido en dos partes así como un queso, y la verdad es que me quedo por unos instantes rascandome la cabecita y pensando en esto último, y lo repito: partió mi masa encefalica, (raro no? terminé esta palabra en FALICA) en dos extremos, y uno de estos dos deberá ser devuelto a mi craneo, aun no decido cuál, si es acaso posible que yo lo decida. Por esto mi carta es promiscua y pequeña, por no saber con que cerebro tipearla, solo principalmente quiero contarle que ya estoy de vuelta, de vuelta y vuelta. Así que mañana despues de una buena noche de sueño, deberé extenderme, sin más por ahora que un buen beso en la mejilla derecha del ojetito.
El hombre ceniza.

Mi querido Hombre de ceniza, sr. Riviere. ¡Que henchido de jubilo me hallo!, ahora que usted ha vuelto y con ello tamién la querida correspondencia. Correspondencia que hace fluir el líquido nasoencefálico, y que consigue que el cerebelo retome todas sus funciones, de forma tal que ahora puedo mover exitosamente todos los dedos del pie, lo que me permite beber el café como a mí más me gusta. En cuanto a su duda respecto de cómo escribir su carta, ya que no sabe con qué cerebro hacerlo, le recomiendo que lo haga sin ninguno, puesto que es frecuente que, cuando el cerebro se halla fuera de su recinto, suela volverse en contra de uno e intente atacarlo con un cuchillo tramontina. A mí me ha sucedido y no se lo deseo. Una vez que consiga, de todos modos, volver a colocarse el cerebro, le recomiendo que le proporcione una buena dosis de televisión, con el zapping a velocidad máxima. Los destellos en forma de ametralladora que brotan del aparato harán que su cerebro se vuelva dócil como Marcel Marseau en su versión de mimo fetish masoquista. Para colocárselo haga uso de sus destrezas físicas aprendidas en el japón, e intente pillarlo cuando se encuentra ensimismado en cuestiones existencialistas. Lo toma con sus dos manos enguantadas y lo inserta en el montículo que sobresale de la médula. Una vez realizado esto, usted dejará de estar impedido de sus piernas y pene, con lo que podrá practicar con total libertinaje el onanismo junto a las ¨Tammed Teens¨. No se le ocurra ponerse mal, ellas me han dicho que durante su expedición lo han extrañado mucho... En otro orden de cosas le refiero, mas bien lo admito, lo confieso, que sus investigaciones provenientes de la expedición al norte, ya son razón deintriga, desvelo, desconcierto y exitación, tanto que en su ausencia no he encontrado mejor medicina contra el noctambulismo y ansiedad que hacer partidas de ajedrez con Bin Romerdich, el canario que pía desde hace un tiempo en una pequeña jaulita junto a mi lecho (Le he ganado todas las partidas excepto una que terminó en tablas; descubriendo asi que se trata este de un pajaro bastante primitivo e inferior). Le pido, por tanto, que me envíe con prontitud, al menos, sus notas preliminares.
Aguardando su respuesta lo saludo tanto cordial como efusivamente en la pose del pelícano en celo.
Sr. Cono de Vainilla

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